miércoles, 22 de febrero de 2012

abzurdah (capitulo 10)



Conversaciones compulsivamente legibles


Clara14: tenés novia? Hablando en serio, de hermana a hermano.
Hogweed: corté hace un par de semanas
Clara14: ¿por?
Hogweed: porque no se decidía qué hacer con su vida. No sabe nada de nada.
Clara14: ¿y cómo estás?
Hogweed: no estoy mal. No estaba súper enamorado, estábamos bien, la pasábamos bien, pero fue.
Clara14: nueve de cada diez hombres dicen “la pasábamos bien pero”.
Hogweed: la pasábamos bien en todo sentido (no solo en el sentido que pensás, niña!). Clarita, de hermano a hermana: sexo podés tener con cualquiera, pero no vas a sentir con cualquiera.
Clara14: bueno, yo de eso no sé nada. Soy re tonta.
Hogweed: eh? No digas eso. Mirá, te cuento algo. Yo mi primera novia la tuve a los quince años (ella tenía catorce). Nos amábamos mucho. Esperamos casi dos años antes de tener relaciones. Cada uno tiene sus tiempos. Lo importante es saber respetar. No sos más viva por tener sexo.
Clara14: bueno, qué sé yo…
Hogweed: cuando llegue tu momento te va a salir solo. Y depende mucho también de la persona que tengas al lado tuyo en ese momento.
Clara14: y a esta última vos la querías tanto como a la primera?
Hogweed: la quería, pero distinto.
Clara14: ¿por qué distinto?
Hogweed: porque a medida que pasan los años/relaciones uno se pone duro para no sufrir. Entonces querés, pero con resguardos.


12 de octubre de 1999

Clara14: ¿cómo estás?
Hogweed: bien, no puedo estar de otra manera cuando estás vos
Clara14: me derrito
Hogweed: dejame derretirte
Clara14: me dejo.
Hogweed: ¿segura?
Clara14: si… no me lo digas así si no querés que me derrita!
Hogweed: la próxima vez te lo digo en vivo y en directo
Clara14: mmm… ¿me lo vas a decir?
Hogweed: te vas a derretir?
Clara14: ¿querés que me derrita?
Hogweed: quiero que seas real y sincera
Clara14: se sincero vos… me lo vas a decir?
Hogweed: soy sincero, hermanita. ¿si te lo digo vamos a dejar de ser hermanos?
Clara14: no sé
Hogweed: entonces no sé si te lo voy a decir
Clara14: bueno, tenés tiempo para pensarlo.
Hogweed: sí, como tres años, no?
Clara14: ni lo digas…
Hogweed: de acá a tres años no creo que te derritas
Clara14: por qué decis eso?
Hogweed: porque es así… cuando te acostumbres a que te lo digan tantos…
Clara14: por qué siempre pensás lo mismo? No tenés que ser tan cerrado
Hogweed: no soy cerrado; soy realista, niña. Tengo algunos añitos más que vos vividos
Clara14: ya lo sé y ese es el problema
Hogweed: no es tan grave tampoco. Por más años que nos llevemos, te quiero igual.
Clara14: yo también te quiero MUCHO pero esos años existen y no puedo hacer nada
Hogweed: los años existen, y no podemos hacer nada, pero en algún momento me vas a dar la razón y vas a ver que no son impedimento para nada
Clara14: por qué decis que no son impedimentos?
Hogweed: te vas a dar cuenta de que hay gente que jamás crece, que la edad del dni es mentira, gente que jamás madura. Y otra lo hace tan rápido… tan!
Clara14: puede ser
Hogweed: es lógico y lo entiendo, hermanita, que con quince no pienses lo mismo. la diferencia te parece abismal. Estoy pensando…
Clara14: ¿qué estás pensando?
Hogweed: evaluando. Evaluando cuántos años de prisión me corresponden
Clara14: ¿si hacés qué?
Hogweed: si empezamos. Pero vale la pena.
Clara14: entonces quiero que estés preso
Hogweed: y que empecemos?
Clara14: ya sabemos cómo son las cosas…
Hogweed: insisto.
Clara14: me gustas. Digo… me gusta eso de vos
Hogweed: sabés qué voy a hacer la próxima vez que te vea?
Clara14: qué?
Hogweed: te voy a sampar un beso de primera… después hablamos
Clara14: me comunica con Alejandro, por favor?
Hogweed: partió en un tren rumbo a tu ciudad. Dijo que iba a ver al amor de su vida.
Clara14: eso dijo?
Hogweed: así es
Clara14: decile que lo quiero.
Hogweed: hermanita, un día jugando con fuego te voy a quemar
Clara14: sí? Espero ese día
Hogweed: bueno, la próxima vez que nos veamos
Clara14: mientras tanto dejame jugar
Hogweed: siempre podemos jugar
Clara14: entonces? Qué sábanas querés?
Hogweed: cuando seas grande vas a ver qué lindas son las de seda
Clara14: ¿Por qué no puedo verlas ahora?
Hogweed: porque voy preso.



06 de noviembre de 1999

Hogweed: estoy con las defensas bajas
Clara14: pobrecito
Hogweed: si… vas a tener que cuidarme, hermanita
Clara14: siempre te voy a cuidar, pero ¿quién te cuida de mí?
Hogweed: mmm… moriré contento
Clara14: bien, bien. No voy a matarte.
Hogweed: haceme lo que quieras
Clara14: entonces preparate!
Hogweed: lo estoy. Yo diría que te prepares VOS.
Clara14: ¿Qué me vas a hacer?
Hogweed: si te digo pierde emoción
Clara14: buenísimo, amo descubrir
Hogweed: mmm… tanto para descubrir…
Clara14: bueno, la próxima.
Hogweed: la próxima te enseño algo. Una muestra.
Clara14: ¿muestra de?
Hogweed: muestra de lo que vendrá
Clara14: ¿Qué vendrá?
Hogweed: ¡Pierde emoción si te cuento!
Clara14: bueno, espero entonces. Pero no te arrepientas ¿eh?
Hogweed: te puedo asegurar que no me arrepiento, por ahora. Detrás de los barrotes, veremos.


08 de noviembre de 1999

Hogweed: un desastre la noche
Clara14: hagamos que deje de ser un desastre
Hogweed: para eso me conecté
Clara14: querés venir a casa?
Hogweed: no tengo problemas, pero no sé qué dirán tus padres
Clara14: no hay problema, están todos durmiendo
Hogweed: lo pensaste ya, no?
Clara14: ¡cuántas veces! Vos no hermanito?
Hogweed: no conozco tu casa
Clara14: te gustaría conocerla?
Hogweed: yo te sigo.
Clara14: mejor que no me sigas
Hogweed: ¿por qué no?
Clara14: porque para el jacuzzi compré velas aromaticas afrodisiacas
Hogweed: mostrame, a ver?
Clara14: no, tenés que venir acá. Sentis el olor que dejan en la piel?
Hogweed: ok, voy. Me tenés “extasiado”. Hermanita ¿cuándo te veo?
Clara14: cuando quieras
Hogweed: ahora?
Clara14: ahora no porque estoy semi-desnuda
Hogweed: ¡hermanita!
Clara14: perdón! Te prometo volver a ser la inocente y pura estudiante de colegio de monjas
Hogweed: no… para mí no, eh?
Clara14: entonces? Venis?
Hogweed: cielito, quiero verte. No sé si soy claro.
Clara14: yo necesito verte.
Hogweed: reservame tu viernes. Y tratá de no contarle a nadie… prefiero que no se sepa
Clara14: que no se sepa qué?
Hogweed: mmm… después del viernes te digo.
Clara14: jaja… te apreté con una pregunta, siempre sos vos el que me aprieta
Hogweed: todavía no tuve el placer, ejem.
Clara14: vamos a ver si personalmente me respondés así
Hogweed: vamos a ver si personalmente tenés tiempo de preguntar.
Clara14: después vemos cómo nos encontramos
Hogweed: vos buscá un twingo rojo y yo busco a la más linda
Clara14: vos buscá a alguien que… no sé qué me voy a poner!
Hogweed: no te pintes, te prefiero natural la primera vez. Sos linda naturalmente. Arreglate, sino en tu casa no te van a creer que salis a bailar con tus amigas (y llevate algo para el post-desarreglo)
Clara14: me llevo todo
Hogweed: te saco todo

      Finalmente, días más tarde se concretó el encuentro. Alejandro viajó a mi ciudad y nos encontramos a escondidas. Me parecía surrealista y divertido tener que esconderme como una vendedora de cocaína. No entendía que era tan grave salir con un tipo que me manejaba con astucia.
      Les dije a mis padres que saldría con amigas y afortunadamente me creyeron. Ese 19 de noviembre Alejandro me esperó dentro del auto. Subí en el twingo rojo y me saludó, me preguntó a dónde quería ir y contesté “no sé”. Mientras miraba el cielo de aquella noche, sentí que me perforaba con la mirada, giré y lo encontré sus ojos serios y fijos en mí. Se acercó y me dio un beso, el más dulce que recuerdo.
      A continuación Alejandro manejó sin rumbo, mientras me preguntaba reiteradamente si me sentía cómoda y si estaba bien. Cuando por fin, después de media hora de manejar, paró el auto estábamos en la puerta de su departamento de Avellaneda.
      Confieso que me sentí un poco desubicada, sorprendida y por qué no desorientada. No tenía idea de qué estaba haciendo ahí, pero confiaba en ese hombre más que en mi misma y estaba segura de lo que él estaba haciendo. No podía hacerme daño, era mi hermanito.
      Entramos en su departamento: prolijísimo, como si no viviese nadie adentro. Mesa, sillas, computadora, cocina, baño, un dormitorio y un balcón. Me acerqué hasta el balcón y contemplé la ciudad: ruidosa y desprolija. Me di vuelta y ahí estaba él, preguntándome si quería tomar algo. Cuando le dije que no, se acercó despacio hasta mí y me dio un beso que me hizo acelerar el corazón.

“Cielo, ¿querés ser mi novia?- preguntó mientras me abrazaba y acariciaba
“sí”- dije yo con lo poco que me quedaba de aliento
“¿Y mi mujer?”

      Estábamos besándonos con lujuria y aparecimos casi mágicamente en su habitación. Me acostó sobre la cama y me quitó el vestido de a poco, con una suavidad desconocida para mí. Alejandro tenía manos de seda y sabía cómo y dónde acariciarme. En pocos minutos quedé desnuda. Me besó en todo el cuerpo, me dio masajes en los pies y en la espalda. Y él inmutable, completamente vestido, cosechaba placeres para el futuro. Más tarde, se acostó al lado mío y me dijo  “me gusta verte, me gustas desnuda”. Nos quedamos ahí, en la cama, acostados como dos amantes viejos. Yo estaba feliz, descubriendo nuevas sensaciones, olores, placeres, juegos. Para mi sorpresa, Alejandro se paró, y me alcanzó el vestido: “ya es tarde, tenemos que volver”.
      Que me haga cuidado de esa manera, es lo único que le agradezco incansablemente. No sé cómo hubiera sido con otra persona, quizás menos trágico y con seguridad menos placentero, pero con Alejandro tuve la sensación de estar segura, de estar como en ningún otro lado. Querida, amada, respetada.
      Cinco meses pasaron de encuentros sensuales y llegó el día. Volvimos a encontrarnos como siempre pero esta vez fue muchísimo más placentero para ambos. Fuimos a su departamento y mientras nos besábamos nos desvestimos uno al otro. Nunca había visto a un hombre desnudo, Alejandro era perfecto: piernas largas y flacas, panza de juventud cervecera y un sexo que me hacía temblar. Me acostó en la cama, con suavidad y me repitió que iba a llegar hasta donde yo quisiera. Yo quería; tenía miedo pero a fin de cuentas, Alejandro era excitante. A continuación, se acostó encima mío. Casi sin darnos cuenta, llevados por el calor y la urgencia premeditada, terminamos haciendo el amor. Me dijo que no me iba a doler, porque iba a hacerlo despacito. Le creía, le creía cualquier cosa. Si me hubiera dicho que después de violarme iba a aparecer Papá Noel con una bolsa llena de Barbies para mí, también le hubiera creído. Lo cierto es que no me dolió demasiado (no tanto como me habían contado que dolía) a pesar de que Alejandro era enorme.
      Que Alejandro me haya esperado durante cinco meses me hizo tener la confianza suficiente como para amarlo sin tapujos ni resguardos, para dejar que me ame libremente, mostrándome qué se hace y cómo.

martes, 7 de febrero de 2012

abzurdah (capitulo 9)


Acerca de convertirse en esclava casi sin saberlo

Me peiné, me pinté, me puse mis mejores ropas y les pedí a mis papás que me llevaran a aquel restaurante. Ya había cumplido quince años y todos mis amigos del chat me habían odiado por no haberlos invitado a mi fiesta. Lo cierto es que no hubo fiesta. Aquel catorce de junio de 1999 no hubo ninguna celebración; estaba yo tan deprimida que ni siquiera había querido cumplir el sueño de toda adolescente: tener una fiesta de quince llena de amigos y gente querida. Lo cierto es que a la única gente que yo quería era a mi familia, y amigos no tenía. ¿Para qué iba a festejar? ¿Para que fuera quién? Mejor era quedarme en casa y hacer como si nunca hubiera cumplido quince.
Pensé que ya era momento de conocerlos. Se juntaban en un restaurante a las 9 y media de la noche el 17 de julio de 1999. Mis padres no estaban de acuerdo con mi participación en aquella reunión y quizás eso hizo que yo quisiera ir aún con más ganas.
Cuando llegué, mi mamá me dejó justo en la mesa donde estaban todos reunidos y me dijo que me pasaría a buscar en tres horas. No protesté, estaba bien. Chequeé la mesa: Yo era la menor, claro. Tenía quince años. Los demás tenían entre 25 y 40, con excepción de Alejandro que tenía 24. Claro que estaba Alejandro, él me había instado a ir. Las cosas estaban claras con él: íbamos a ser hermanos, solo hermanos. Nos separaban ocho años de existencia y nos queríamos mucho, pero legalmente era imposible. Seríamos hermanos.
¡Qué extraña sensación aquella noche! Aunque hablábamos todos los días sin falta, nunca nos habíamos visto personalmente. Tan extraña era la situación para mí, que busqué la silla más apartada y me puse a charlar sin problemas con otras amigas cibernéticas que rondaban los 25 años. No quería estar cerca suyo. Temía decepcionarlo: él siempre me decía que no parecía tener esa edad y hasta pensaba que le mentía respecto de eso. No quería que me ponga a prueba. Tenía una premisa muy cierta en la cabeza: sé escribir, es lo que hago. Pero hablar es completamente diferente y es tan difícil como leer la Biblia en diez minutos.
Sin embargo Alejandro encontró los métodos necesarios como para acercarse sigilosamente. Me di cuenta que estaba al lado mío porque prendió un cigarrillo (meses después me confesaría que no fumaba, que simplemente lo hizo para llamar mi atención). Ahí estaba, él. Mi “hermanito” fumando un cigarrillo al lado mío. Tantas veces estuvimos juntos estando lejos… y sin embargo ese día estábamos cerca y más separados que nunca.
Después de unos minutos me saludó, hizo algún comentario gracioso acerca de alguno de los miembros del grupo y poco tiempo después apareció mi mamá y me fui. A partir de ese día Alejandro se convirtió en la persona más importante del mundo para mí: me levantaba media hora antes del horario de ir al colegio, solamente para chequear emails y ver si tenía alguno suyo. Cuando volvía del colegio comía en frente de la computadora mientras hablaba con él. A la tarde iba a inglés y hacía los deberes del colegio. Y a la noche: antes y después de comer. Como puse en algún email: “sos lo primero que veo a la mañana y lo último en lo que pienso cada noche”. Me estaba enamorando de un hombre casi diez años mayor que yo. Estaba cometiendo un error: era excitante, estaba rompiendo las reglas.

Miércoles, 28 de julio de 1999 12:12am
De: Cielo
Para: Hogweed

Te juro que tengo muchas ganas de verte, no sé por qué, realmente no sé. Pero ahora que me voy de vacaciones, me pongo a pensar en que no vamos a chatear por algunas semanas y eso ya no me gusta nada. Hablar con vos es una necesidad, porque realmente me hace muy bien. Cada vez que hablo con vos me dejas boba, porque me sorprendes con esa mezcla de ternura, dulzura, perspicacia e inteligencia. Y por otro lado tengo miedo: porque hoy somos amigos, “hermanos”, pero mañana… mañana no sé. Aunque nos llevamos muchos años de diferencia yo sé que tenemos mucho en común, aunque vos sepas mucho y yo demasiado poco de la vida.
Con esto quiero decirte todo lo que te quiero, porque aunque siempre te lo repito, sé que te gusta que te diga lo que pienso. Sé que quizás este es un cariño diferente porque somos “hermanos” pero me quedé pensando cuando me dijiste que necesitabas “amor”. Me quedé algo pensativa y reflexioné: sos el tipo de hombre que cualquier mujer necesita. Sos un tipo comprensivo, que quiere escuchar, que sabe escuchar, que te ayuda a resolver cualquier problema. Sos dulce, tierno, cariñoso… lo cual me deja pensando: ¿Cómo es que este chico no tiene novia? Y bueno, Dios le da pan…
Pero sabemos muy bien que es un amor “entre hermanos”, un inmenso cariño entre hermanos. Solo que me asombra un poco el tema de tu soledad, que quizás te guste pero (por mucho tiempo) a nadie le gusta estar solo. Yo siempre fui una chica muy solitaria, aunque no parezca, muy de hacer la mía sin importarme lo que me dijeran los demás; pero cuando crecí me di cuenta de que necesito de alguien. Alguien que me escuche, que me quiera y que en definitiva me ame y me de lo que quiero: una relación estable, seria, sin mayor compromiso que amor duradero. Y si yo a los quince pienso eso, me imagino lo que pensarás vos que tenés 24.
         Quiero decirte que sos un amigo muy especial, que te quiero mucho y quiero darte las gracias por todo lo que me das. Gracias por tu atención, realmente la necesito. Jamás, jamás, jamás te olvides de mi eterno cariño.

Clarita

Clarita. Ese era mi nombre de ficción para el chat. Por alguna razón no me gustaba mi nombre y por otra estúpida razón habíamos decidido ser “hermanitos”. Estupro, esa era la razón: pero la entiendo recién ahora, después de siete años. Alejandro era táctica pura, un estratega de los más astutos. En aquel momento, sin embargo, era él la única razón por la cual sonreía y por qué despertarme feliz.
Pronto Cocol fue sumiéndose en el recuerdo de algo inconcreto, un deseo irrealizado y ya casi archivado. Aunque Alejandro no ocupaba el lugar que yo quería en mi vida, fui aprendiendo a acomodarme a sus peticiones, a sus antojos. ¿Una hermana quería? Bien, exactamente eso iba a tener. Pero mi táctica a fin de enamorarlo estaba por empezar.
No fue muy difícil enamorarme de él, era todo lo que yo quería, lo que necesitaba en ese momento y quizás lo que había necesitado toda la vida, aunque se ocupaba permanentemente de recordarme los ocho años de diferencia que teníamos (“maldigo una vez más los ocho años que nos separan y me conformo una vez más con la condición de “hermano”) y de decirme que él sentía lo mismo que yo. A su modo, Alejandro fue mi mentor: me enseñó a expresarme, a tomar decisiones importantes y a desarrollar pensamientos lógicos. Pero por sobre todas las cosas Alejandro era una inminencia en oratoria y persuasión. Y yo, afrontémoslo, era una presa fácil. Triste, solitaria y necesitada de afecto y contención. El lobo había conocido a su cordero.
No puedo decir qué me gustaba más de él: si su forma de hablar o de escribir o el misterio que lo rodeó toda la vida. O quizás, la manera en que me trataba, nunca me habían tratado así: con tanto miedo a que me rompa, con tanta delicadeza, tanta dedicación. Sus frases aún dan vueltas en mi cabeza, en mi memoria: “tus ganas de verme son correspondidas, hermanita. Yo también tengo ganas de verte pero tenés que aprender a controlar tus emociones/deseos. Es fundamental para tu vida, para vos. Tenelo en cuenta”.
Para cada frase mía él tenía una respuesta perfecta, hecha a medida. “No nos vamos a ver por ahora, pero a no desesperar por eso. No es bueno que creemos una dependencia (el uno del otro) tan fuerte. Es bárbaro poder estar bien, pero no tiene que ser condición única para estar bien, ¿se entiende?”. “Bonita de mi corazón, no tengas miedo. El miedo te hace dudar, perder oportunidades: no te deja vivir ni sentir. No temas, aprovechá cada momento como si fuese el último. Cuando lo logres, no vas a sentir más miedo. No más”. “Hoy somos amigos, hermanos, ¿mañana qué? Seremos amigos, amantes, marido y mujer o nada. Pero amigos podemos ser siempre. Depende, una vez más, de nosotros. Cielito, las cosas Claras”. “No te apures a buscar una relación estable. Las cosas se van dando en la medida que nosotros lo permitimos y en el momento que tenga que darse se va a dar. No busques, no fuerces momentos ni decisiones. Relax”.
Relax. Era su premisa, que hoy sonaba dulce y hasta cariñosa, en un pedido de tranquilidad para llevar a mi calma espiritual. Es grandioso cómo a través de los años las personas utilizan las mismas palabras pero para expresar significados completamente opuestos. Años más tarde “relajate” tendría idéntico significado que “no me jodas”.
Acorde transcurrían los días y los meses, mi relación con Hogweed se fue afianzando. Hablábamos todos los días, sin excepción. La siguiente oportunidad que tuve de verlo fue cuando me fue a buscar al colegio una tarde de ese mismo año. Fuimos a tomar algo. Yo un jugo de naranja, él una tónica. Una hora más tarde yo estaba volviendo a casa… y se avecinaba la tormenta.
Yo en pos de mi personalidad obsesiva compulsiva, había estado imprimiendo todas las conversaciones que mantenía por chat con Alejandro. Me gustaba leerlas, llevarlas conmigo a donde fuera. Así, cualquier momento de ocio era transformado en placer por mí en cuanto leía las conversaciones. Es fantástico, descubrí un método de no dejar que pase el tiempo. De no dejar que los momentos de olviden; de hacerle decir una y otra vez las mismas frases: “no temas, bonita”, “tus ganas de verme son correspondidas”, “yo también te quiero mucho”.
Y sin embargo, el papel no fue tan prudente como pensaba. Mamá encontró algunas conversaciones con Alejandro y me preguntó aquella tarde, histérica: “¿Quién es Hogweed?”. Le contesté que era un amigo del chat, pero que no lo conocía personalmente. De ninguna manera me hubiera permitido seguir respirando si se enteraba de que me había encontrado con un hombre desconocido en un bar. Claro que las conversaciones que Mamá había leído serían alarmantes para cualquier madre. Alejandro me estaba incitando, de a poco, a que me gustase, a que me excitase, a que piense en él. Me estaba enamorando… y si por fin lograba su cometido, sabía que duraría para siempre. Dicen que el primer amor nunca se olvida. Y es mentira, porque de Cocol me olvidé. Pero de Alejandro…